miércoles, febrero 01, 2006

Europa necesita esperanza

Esperanza. Esa es una virtud que Europa va perdiendo a marchas forzadas. ¿Cómo explicar sino la crisis actual de valores que atraviesan las distintas sociedades europeas? Como no hay nada que esperar del futuro, este se hipoteca y se compromete peligrosamente viviendo un presente sin reglas, sin objetividad, sin orden moral, intentando buscar desesperadamente una libertad y una felicidad que no llegan.
Este documento es una llamada del Papa muy urgente a todos los cristianos de Europa. No podemos asistir impasibles, ni mucho menos ser cómplices de la degradación de nuestra sociedad en todos sus ordenes. Hay que dar testimonio, y este testimonio ha de ser una confesión de esperanza basada en una firme confesión de fe. Vivir sin reparos y con auténtica alegría todas las exigencias del evangelio en medio de la sociedad, no en privado y como a escondidas.
Desde pequeño, Europa me ha llamado mucho la atención. Quizá por ser hijo de un español y una irlandesa, y haber vivido mi infancia fuera de ella. Pasaba horas delante de mapas geográficos, políticos e históricos, casi desde el uso de razón, entre otras cosas porque salir a jugar a la calle donde yo vivía era algo inconcebible para un niño, porque era peligroso. Eso de ser europeo me gustaba, y me sentía orgulloso de ello. Su historia me fascinaba: los romanos, los castillos, los descubrimientos, los imperios y sus reyes. A pesar de sus etapas oscuras y hasta de sus maldades, la atracción de lo noble y de lo bello de su historia me atraía enormemente. Sentía admiración por lo que Europa había aportado a la historia de la civilización. Con el tiempo me he dado cuenta que eso que tanto me fascina de Europa es su tronco común, que todo lo vertebra: su fe en Jesucristo. Así, el Papa nos dice “El interés que la Iglesia tiene por Europa deriva de su misma naturaleza y misión. En efecto, a lo largo de los siglos, la Iglesia ha mantenido lazos muy estrechos con nuestro Continente, de tal modo que la fisonomía espiritual de Europa se ha ido formando gracias a los esfuerzos de grandes misioneros y al testimonio de santos y mártires, a la labor asidua de monjes, religiosos y pastores. De la concepción bíblica del hombre, Europa ha tomado lo mejor de su cultura humanista, ha encontrado inspiración para sus creaciones intelectuales y artísticas, ha elaborado normas de derecho y, sobre todo, ha promovido la dignidad de la persona, fuente de derechos inalienables. De este modo la Iglesia, en cuanto depositaria del Evangelio, ha contribuido a difundir y a consolidar los valores que han hecho universal la cultura europea.” (nº25)
Europa es una unidad cultural en la diversidad por el cristianismo. Pero estas raíces se menosprecian actualmente. Una señal más que evidente es el hecho de no querer mencionar entre las herencias de Europa en su proyecto de constitución al cristianismo, que la ha hecho ser lo que es. Profecía: si esta nueva tentativa de unión quiere dar positivamente la espalda a Cristo, está cavando su propia fosa. No prosperará. Habrá una crisis económica algún día, más tarde o más temprano, y todo se disgregará.
En este ambiente ha salido una exhortación apostólica del Papa dirigida exclusivamente a la Iglesia en Europa. Europa ha de recuperar sus raíces cristianas, y solo lo hará si los cristianos europeos recuperamos una dimensión fundamental en nuestra vida: la esperanza cristiana.
En Europa hay muchos síntomas que evidencian la pérdida de esperanza. La caída de la natalidad, la desintegración de la familia, búsqueda del placer pero no de la responsabilidad que eso lleva consigo, preferencia de la muerte antes de asumir el reto de la dignidad de la persona humana en todas las etapas de la vida... Es ante estos síntomas concretos donde se nos llama a dar testimonio.
La confesión de fe que los cristianos debemos de hacer es la siguiente: Jesucristo es el Señor (cf nº18). Y es sobre esta confesión de fe dónde debemos construir nuestro testimonio de esperanza. Hay que asumir que Jesús es el Señor en todos los ordenes de nuestra vida. Nada de guardarse parcelas oscuras en la conciencia donde no dejamos que Dios reine. Son esos “sí, pero..” que amordazan la palabra de Dios, esos subterfugios de conciencia para vivir cómodamente. Hay que desterrar todo esto y dejar que en todo Jesús sea el Señor.
Cuando esto queda claro, y uno está dispuesto a vivirlo, entonces es cuando se puede dar testimonio de nuestra esperanza, en actos muy concretos, muy sencillos, pero tremendamente urgentes.
El Papa nos da claves de cuáles son las razones para nuestra esperanza, y lo hace en forma de oración: “En base a esta confesión de fe brota de nuestro corazón y de nuestros labios « una alegre confesión de esperanza: ¡tú, Señor, resucitado y vivo, eres la esperanza siempre nueva de la Iglesia y de la humanidad; tú eres la única y verdadera esperanza del hombre y de la historia; tú eres entre nosotros “la esperanza de la gloria” (Col 1, 27) ya en esta vida y también más allá de la muerte! En ti y contigo podemos alcanzar la verdad, nuestra existencia tiene un sentido, la comunión es posible, la diversidad puede transformarse en riqueza, la fuerza del Reino ya está actuando en la historia y contribuye a la edificación de la ciudad del hombre, la caridad da valor perenne a los esfuerzos de la humanidad, el dolor puede hacerse salvífico, la vida vencerá a la muerte y lo creado participará de la gloria de los hijos de Dios ».” (nº 18)Si lo lleváramos a nuestra oración y buscáramos hacerlo vida, después de un examen concreto de nuestra propia vida, podríamos estar preparados para dar el testimonio que nuestra sociedad europea verdaderamente necesita, y que lo busca sin saber donde hallarlo. ¿No crees que merece la pena planteártelo? Jesús busca gente capaz de dar ese testimonio ahí donde vive, que no es otra cosa que testimonio de su amor.

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