sábado, abril 29, 2006

Tras la agonia, viene la luz.

La luz es una imagen que me encanta para representar la esperanza, todo lo noble y bueno que hay en el hombre, los altos ideales, los grandes proyectos, y en especial ese gran proyecto que es el de ser uno con todos, como el Padre y el Hijo son uno.
Ha terminado la semana santa, y tras ella la semana de Pascua. He vivido en la agonia. ¡Tranquilos! Se trata de la agonia en su más puro significado, agonia entendida como lucha. Sí, he luchado. Primero porque es el tiempo fuerte por excelencia de la liturgia. Segundo, por la tensión de transmitir condensadas las perlas evangélicas a los ocasionales de año en año, que no pisarán la Iglesia hasta el siguiente (si Dios quiere, que nos puede pasar como a Jorge, el amigo de Eleder). Tercero, por unir mis sentimientos a los de Cristo: morir con Él, padecer con Él, ofrecerme con Él, y todo desde mi culpabilidad y miseria, y después resucitar con Él ( ¡que alegría más serena tras la vigilia Pascual!). Y en último lugar, porque llevo tres pueblos, cada uno con SU semana santa. Ha habido lucha, desde luego, pero también muchas satisfacciones.
He pensado mucho en los apóstoles dormidos. ¡Me he sentido tan identificado! La verdad es que mi petición personal y mi predicación ha ido encaminada a despertar. ¡Cuantas cosas tan grandes nos perdemos de esta gran batalla por expandir el Reino de Cristo en la sociedad! ¡Si viéramos!
Tras la agonia viene la luz. Hay que pasar por el Huerto de los Olivos para resucitar. Recuerdo como veía la naturaleza tras los ejercicios de mes de san Ignacio. ¡Era una mirada limpia, nueva, capaz del asombro! Todavía tengo retazos de esa sensación, y ojalá que me despierte mi Señor para ver así de nuevas todas las cosas. Tener fe en cada situación. Ser dócil. Estar preparado.
Y entonces viene la luz. En la entrada anterior hablaba de la brecha. Ojalá la luz brille de tal manera que esta vieja fortaleza de la fe dé de sí para vencer el asedio y salir a la llanura, a la plena batalla campal en la que se debe sumir todo apostol, para ir salvando alma a alma, persona a persona, acto a acto, segundo a segundo. Ya casi siento como muchos dicen sí y se lanzan. ¿Y cuando yo? Ya, tiene que ser ya. Es un compromiso, es un pacto, ha sido un para siempre desde mi bautismo. Agonía y luz.
Cristo muerto. ¡Cristo resucitado!