jueves, marzo 30, 2006

La primera linea... o la última

Revisando el panorama de los blogs católicos, encontré en Es justo y necesario, un blog chileno, la siguiente referencia a este blog:

4. Splendor veritatis: blog de un sacerdote español. Los españoles están actualmente en primera línea de la guerra cultural, y sus batallas nos sirven como preparación a todos.

Esto me ha hecho recordar una anécdota que me ocurrió en Sicilia. Estaba en el Santuario de Nuestra Señora de Gibilmana, en Cefalú y pedí a la comunidad de Padres Capuchinos que lo atendían si podía celebrar la Santa Misa. Tras las presentaciones de rigor comenzó una conversación sobre la situación de España. Se acababa de proponer por parte del presidente la equiparación de los homosexuales respecto del matrimonio, con lo que sentaba un precedente legislativo peligrosísimo, puesto que si en España los homosexuales tenían su parodia de matrimonio, ¿porque en el resto de los países de la Unión Europea iba a existir esa "discriminación"? El padre me preguntó que qué hacíamos los católicos en España para parar eso. Me hizo ver que si en España los católicos no alzabamos la voz como un clamor general, en el resto de Europa dejaríamos con las manos parcialmente atadas a los obispos y organizaciones católicas en su oposición a esa nefanda equiparación.

Han pasado ya casi dos años de eso, y puedo decir con cierto orgullo que la Iglesia española ha sabido reaccionar con dignidad. Ha habido una protesta general, se ha reforzado el sentido de la familia como un valor a defender, hay auténticas campañas promovidas por entidades y organizaciones católicas para promover y defender la visión cristiana del matrimonio, la familia y el orden público. Hay obispos que tienen eco social cada vez que hablan, y por cierto muy bien en la mayoría de las ocasiones. Hemos salido a la calle. Hemos arrastrado al principal partido de la oposición a que se identifique aunque sea circunstancialmente con nuestro ideario y que se guarde de momento su ideología neoliberal agresiva en favor de una postura más en consonancia con su antigua condición de democracia cristiana...
... pero no ceden. Y tenemos un agravante. Todavía hay un cristianismo sociológico remanente, pero hay poca vida sacramental, poco compromiso constante. Hay muchos grupos encerrados en sí mismos, y que han tomado la desgraciada opción de querer vivir aislados en sus burbujas de espiritualidad ortodoxa, pero muy poco comprometida. Hay problemas serios de transmisión del evangelio hacia las generaciones menores de 35 años, y toda una generación perdida entre los 35 y los 65 años, especialmente debido a la erosión de su conciencia por el uso indiscriminado de anticonceptivos.
Somos quizá la primera linea en la lucha contra las aberraciones de la vida y naturaleza humanas, contra el postmodernismo, el utopismo izquierdista trasnochado, el liberalismo neoesclavista, el secularismo, el laicismo salvaje y excluyente, y tantos otros males que nos acechan. Pero también da la sensación de que nuestra Fe en España es una gran fortaleza, masiva e imponente en otros tiempos, que ahora está brutalmente asediada y con brechas por todos sitios. Particularmente me siento, con la espada de la fe en mano, con los ojos abiertos puestos sobre las brechas de las murallas, con un puñado de valientes a mi lado compartiendo conmigo su fortaleza que muchas veces no tengo, aguardando la última embestida que querrá sin ningún genero de dudas negarnos toda clase de vida intelectual, carta de ciudadanía y espacio en una sociedad no solo sin Dios, sino idolátrica en sus sustitutos, y luciferina en sus aberraciones contra la verdad, la moral y la naturaleza del hombre.
Desde España, última linea, y último suspiro, y agarrado a mi bandera que es Jesucristo, estaré ante la oscura brecha todo lo que el Señor me permita. Como tantos otros. La España cristiana está herida y mermada. Y lo que viene no me gusta nada.
Menos mal que, a pesar de todo, la Verdad no depende de nada sino de sí misma para ser la verdad y el juicio definitivo de todas las cosas.
Cor unum!

viernes, marzo 17, 2006

Pasión y donación.

Sigo leyendo detenidamente la encíclica del Papa. Es valiente a la hora de partir desde una reflexión de carácter filosófico sobre el amor. Hablar del eros es dejar la puerta abierta al diálogo con los buscadores de verdad, hablar del ágape es entroncar con lo más bello de la literatura neotestamentaria y la tradición patrística.
Me da pena que los hombres establezcamos tan facilmente el divorcio entre estas dos dimensiones del amor. Supongo que es por la banalidad. La instrumentalización de la palabra amor deja sin lugar al ágape, pero merma mucho al eros, condenándolo a la autocomplacencia, donde el otro no tiene cabida. Más allá del ámbito de los creyentes, creo que es una reflexión necesaria para nuestra autosatisfecha sociedad occidental. El amor no puede ser el estereotipo que se pretende imponer unilateralmente.
El eros (pasión, arrobamiento de la voluntad, éxtasis) pierde su fuerza y su encanto porque es incapaz de desembocar en el ágape (servicio, entrega, donación al otro). Nuestra sociedad necesita urgentemente de un nuevo modelo de amor, más profundo, más real, más acorde con lo que cumpla las expectativas de felicidad del corazón humano. Las relaciones interpersonales deben crecer en calidad y profundidad. Menos "fiesta" y más amigos, aunque se cuenten solo con los dedos de una mano. Menos "rollos" y más amores que tiendan a la estabilidad y al respeto por el otro. Menos individuales perdidos en sus ensoñaciones egoístas y más familias educadoras en el dominio de sí en orden a una entrega sincera al otro. Vamos, menos del modelo cultural imperante, banalmente sexualizado hasta la saciedad e irresponsable, y más de unos valores que si responden a lo que el hombre es y a lo que el hombre está llamado.
Célibes, debemos ser sal. Casados, debéis ser sal. Familias, debéis ser sal. La sal del dominio de sí para una donación autentica en el hermano. Y como modelo, Cristo.

sábado, marzo 11, 2006

Laicidad vs. Laicismo

He estado reflexionando estos días sobre el lugar que los creyentes tenemos en la sociedad. Lo he hecho estimulado por las lecciones de Derecho Eclesiástico que imparte Don Remigio Beneito en Valencia, que me resultan altamente enriquecedoras.

Nosotros como creyentes nos insertamos en una sociedad cada vez más pluricultural, y creo que en general no supone un problema para nuestra fe. Los primeros cristianos se desarrollaron en un ambiente así, y hasta desde el punto de vista de la evangelización es preferible: todos podemos ser misioneros. El problema está en el momento en que se pretende imponer una cultura dominante en base al indiferentismo.

Hoy en día está asumido en la Iglesia el hecho de que los estados sean aconfesionales. Eso nos ayuda a vivir mejor esa sana división de esferas que Jesús quiso: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Esto es lo que se denomina correctamente como laicidad del estado. El estado se queda en su ámbito concreto, que son las realidades seculares, y no interfiere en el ámbito religioso. La laicidad supone que el Estado se convierte en el garante de que todo ciudadano tienen libertad de conciencia a la hora de posicionarse ante el hecho religioso: ateo, indiferente, agnostico o creyente, con un único límite, que es el orden público. La laicidad del Estado es buena para la Iglesia, porque supone un respeto a su libertad.

El problema está en el laicismo, que es una doctrina confesional. El laicismo es negar la esfera de autonomía que tienen los creyentes y las comunidades de expresar y vivir en libertad el hecho religioso, haciendo del Estado no el garante del libre ejercicio de posicionamiento ante el hecho religioso, sino el impulsor del arrinconamiento y negación de este hecho en la vida social.

Los laicistas se suelen presentar como progresistas, cuando es una doctrina decimonónica; suelen argumentar que las religiones son causa de conflicto y muerte, cuando han sido precisamente los sistemas totalitarios laicistas -el nazismo y el comunismo- los que más acumulan a sus espaldas; suelen presentarse como la postura neutra, cuando supone la imposición de un punto de vista sobre los demás ante el hecho religioso sirviendose de la fuerza del Estado. Niegan la laicidad del Estado, en cuanto que lo convierten en apóstol del indiferentismo y no admiten la autonomía de la conciencia, haciendo del Estado el único ámbito posible de la realidad.

Yo creo que debemos vivir con fuerza nuestro compromiso cristiano y ser sal. Nadie tiene derecho a cuestionarnos el ejercicio de este derecho en la sociedad. Ser sal es cooperar en la construcción del órden público.

lunes, marzo 06, 2006

Hemos creído

Estoy intentando leer la Encíclica de nuestro Papa Benedicto, pero de momento no he pasado de la Introducción. He encontrado una frase que es verdaderamente una joya de lo que es el esplendor de la verdad. Dice así:
Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida, y con ello, una orientación decisiva.

Hoy es tarde, pero os lo dejo porque ya lo iremos comentando.

viernes, marzo 03, 2006

De viaje


He estado por la tierra de Newman, de Lewis y de Tolkien. Oxford ha superado todas mis expectativas. Si me dieran a elegir un sitio para vivir tranquilo, reflexionar, leer y escribir, ese sería Oxford sin ninguna duda. No me extraña que el cadenal Newman dijera que el sacrificio más grande de su vida fue el abandonar Oxford para hacerse católico. Vivio casí 50 años más, y nunca volvio a ver las agujas de las iglesias de su amada ciudad. Os pongo la foto del puente de los suspiros, que es una replica del que se encuentra en Venecia. Es un testimonio de la nostalgia y de las ansias de cielo de estos tres grandes hombres.